RSS

domingo, 12 de septiembre de 2010

Pelea por tus derechos

Podría asegurar que te enseñaron que la violencia es algo poco deseable y que resolver los problemas a golpes es un error. Y no quiero decir que vayas y tires la puerta del vecino a patadas, pero en verdad pelear puede ser algo positivo. Mucho mas de lo que te imaginas.

Cuenta la leyenda, dentro de mi familia, que un buen día mis padres habían ido al cine y a la salida se encontraron con unos tipos abusando del puesto callejero de un chico que vendía elotes. Esto sucedió en los sesenta, antes de que yo naciera -probablemente, pues no recuerdo esta particularidad de la anécdota: mi hermano mayor era apenas un bebé. La escena era la siguiente: el chico miraba desconsolado cómo dos grandulones le tiraban al piso la olla con los elotes hervidos, listos para untárles mayonesa y chile piquín. Mi padre enfrentó a los tipos y les pidió que dejaran en paz al chico. Los abusadores, por supuesto, se negaron, y un minuto después estaban enfrascados en una pelea callejera contra mi padre. Éste, en aquellos tiempos, acababa de abandonar el ejército, por lo que se encontraba en el cenit de su condición física. Y cuenta la leyenda, como podrán imaginarse, que mi padre noqueó a los dos tipejos y restauró la paz en aquel puesto callejero de elotes. Fin de la historia.

Si ese no hubiera sido el desenlace, ni siquiera lo estaría escribiendo aquí. Los relatos de hombres que triunfan en el inevitable episodio de la pelea a puños forman parte irreducta del folclor masculino alrededor del mundo. Yo crecí con esa anécdota, recreándola en mi mente a pesar de no haber estado ahí. Al mismo tiempo recibí el contradictorio mensaje de que no hay que resolver los problemas a golpes. Oh no, primero hay que hablar, "hablando se entiende la gente".

Es curioso el modo en que nuestra culturase ha empeñado en enseñarnos a evitar la pelea. A los más pequeños, cuya inclinación natural es usar sus manos para averiguar qué tan suave o duro es el rostro de sus padres, se le dice que deben evitarla (y con mucha determinación). Un poco después, se nos dice que no es bueno usar como punching bag a un compañero de clases o terminar en pleitos todos los días, con castigos académicos de por medio. Finalmente, nos encontramos con que hay gente que se dedica a ayudar a aquellos que no pueden controlar su ira. Violencia intrafamliar, peleas de tránsito, violencia laboral, divorcio y adicción son algunos de los pocos ejemplos de lo que puede pasar si la ira no es bien manejada.

¿Todos queremos paz, cierto? Por esto, supongo, es noble procurar ir por la vida sin pelear. Sin embargo, es inevitable encontrarse con la cruda realidad de que no siempre "hablando se entiende la gente". Nuestro entorno quizá no implique constantes enfrentamientos a puños, pero eso tampoco excluye a la pelea de nuestras vidas. El mundo de los adultos está lleno de luchas, y esto no siempre es visto como algo negativo: pelear por mejores condiciones laborales, por un mejor empleo, por no divorciarse, por no sucumbir a una enfermedad, por recuperar la figura... somos peleadores por naturaleza.

Nacemos luchando por respirar y morimos más o menos en las mismas condiciones. Algo similar ocurre con nuestros ídolos deportivos (qué tal la manera en que los Gigantes de Nueva York pelearon contra un enemigo muy superior en el Super Bowl de hace un par de años... y ganaron), nuestros modelos a seguir en el cine (nadie podría decir que no quiso ser Sylvester Stallone por, al menos 5 minutos). Pelear, aunque sea visto como estado mental o una filosofía, está presente todo el tiempo.

Y no necesariamente es algo negativo, por ejemplo, los niños naturalmente discuten y pelean con sus hermanos. Al hacerlo, practican (en una forma muy primitiva e innata) su asertividad, habilidades de negociación y resolución de conflictos. Un niño pequeño (entre 2 y 6 años) es, en esencia, una cosa que está aprendiendo a caminar, hablar e interactuar con el mundo, y en el proceso desarrolla una ego gigantesco que le ayudará a lidiar con las vicisitudes de su vida futura. Los niños pequeños disfrutan de una buena pelea, si pueden lograr que alces la voz y des de zapatazos en el suelo, ya te ganaron el primer round. Para ellos, pelear no es necesariamente algo malo, sino una reacción natural que les ayuda a experimentar y ganar confianza en sí mismos.

También la ciencia respalda lo positivo de pelear. En los noventa, un estudio de la Universidad de Nebraska, en Estados Unidos, titulado The Effects of Resistance Strategies on Rape, argumentó que una mujer que presentaba resistencia física y verbal ante un violador tenía muchas más probabilidades (54% según el estudio) de que el criminal huyera o la dejara en paz. De acuerdo a los resultados del estudio, no ofrecer resistencia y permanecer quieta y callada se asocian con terminar siendo violada.

Algo similar sucede con el tan mencionado fenómeno del "bully" en las escuelas, quién es un sujeto que compensa una debilidad en su autoestima al imponer su control sobre otros niños quizá más débiles. Un bully persiste cuando la personalidad del agredido le permite el acceso. Este tipo de niños por lo general carecen de herramientas para repeler los ataques de un abusivo, quien en una de sus modalidades mas sociales, pueden ser chicos populares que se ganan la admiración del plantel escolar con sus abusos. Muchos padres se ven en el dilema de decirle o no a sus hijos que peleen por sus derechos y se sacudan al grandote de la espalda. Claro que este problema vas mas allá de soltar puñetazos: es un problema de autoconfianza. Las consecuencias de no saber lidiar con esto son sumamente serias ya que pueden ir de depresión a desorden por estrés postraumático o lamentablemente llegar hasta el suicidio.

La pregunta obligada seria entonces: ¿cuándo pelear? En mi opinión la respuesta es muy simple: Todo el tiempo. Esto aplica no sólo cuando tuvimos que levantar la cabeza para ganar respeto en la escuela, sino para el resto de nuestros ámbitos: al defender a nuestra mujer de unos patanes que le gritan piropos vulgares, o por nuestros derechos laborales. No es necesario llegar a los golpes: la excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin entrar en combate (Sun Tzu, El arte de la guerra); aunque si no hay mas opción que batirse a golpes, ni hablar, será el momento de mostrar los colmillos y afinar los sentidos para salir lo mejor librado posible.



0 comentarios:

Publicar un comentario

Aquí escribe lo que quieras...