Parte III
Gracias!
Deseaba tanto estar aquí!, dejar de ser un sueño tuyo para estar a tu lado y por la mañana despertar entre tus brazos, sentir en tus caricias que habías olvidado tus penas, mientras tú mirarías en mis ojos amor… sólo amor y no comodidad…
Sé bien que no necesitaba ser carne… para ser tuya, pues todos somos algo más que sólo carne y huesos… y yo soy tuya desde antes de que me conocieras, pero jamás hubiese vivido este instante tan anhelado y que tantas veces imaginé, poder ser tu piel y tu pensamiento de principio a fin por al menos un instante y si pudiese elegir una vez más mi destino… lo doy todo por ser tu mujer aunque sólo sea por un breve instante.
Gracias a ti, hoy sé lo que es amar y ser amada, sé lo que es ser mujer, lo que es llorar de tristeza y de felicidad… pude escoger una eternidad amando de una sola manera, sin experimentar nunca el amor humano, pero bien ha valido la pena si he podido al menos ofrecerte unos momentos de compañía y de dicha.
Ciñéndola fuertemente y entregándole sus más tiernas miradas y caricias, agradeció su sacrificio y le pidió que se quedara con él hasta el momento en que tuviese que partir indefinidamente. Ella ocultando su faz lúgubre, permaneció callada, sólo el rumor del río turbaba el silencio nocturno.
El cielo estaba completamente despejado… salpicado por unas cuantas estrellas, la luna llena se percibía prodigiosamente cerca, el ambiente se había tornado más fresco y el viento mecía los árboles en un vaivén de delicadeza exquisita; en medio de una vegetación exuberante dos siluetas desnudas respiraban al unísono, procurándose las más dulces sensaciones.
El entorno se transformaba… flores marchitas cobraban vida y el sonido de corrientes impetuosas del río seguía en aumento.
Tres pequeñas luces sobrevolaban al otro lado del río, y más tarde desaparecieron elevándose en línea recta hacia el cielo.
Cierra los ojos!, dame tus manos!… te llevaré a conocer el lugar de donde vengo…
En una fracción de segundo se encontraban a la orilla de un sereno mar color lila y un atardecer multicolor en ausencia de nubes y viento, sentados en la arena tibia, miradas cálidas y caricias delicadas decían todas aquellas cosas que el corazón siente y que las palabras ambicionan expresar.
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